Alejandra Peñaranda, trabajadora social CUDECA EAPS
Mi nombre es Alejandra Peñaranda y soy trabajadora social del EAPS desde hace 14 años.
Lo que me produce mayor satisfacción en mi trabajo es saber que me encuentro dentro de un equipo para el que un paciente no es sólo un paciente, sino una persona con su propia identidad, experiencias e historia de vida, y esto incluye también una atención muy estrecha a su familia o personas de referencia.
Esta es la filosofía impulsada desde el programa, que pone de manifiesto que la auténtica atención integral incluye la valoración de aspectos sociales. La enfermedad conlleva alteraciones que deben ser abordadas por parte de la trabajadora social, como pueden ser las relacionadas con la vivienda, la organización de cuidados, los problemas económicos que pueden derivarse de la dificultad para desempeñar un trabajo o el asesoramiento sobre recursos públicos o privados. Pero también existe una parte menos conocida y de un alto valor, que tiene que ver con acompañar al paciente y la familia, a través de la relación de ayuda y la comunicación, en tomar conciencia de sus propias capacidades, reforzar y poner en valor lo que se está haciendo bien, potenciando aquellos recursos que están dentro de la persona, la familia o el entorno y estando abierto a lo que cada uno siente como su necesidad, ya que son las personas afectadas las que escriben su propia historia, y en cuyo proceso los profesionales orientamos y acompañamos.
Me gustaría compartir el caso de Jesús, un señor de 57 años que convivía con su madre, de edad avanzada, con dificultades para cubrir los de cuidados y con falta de soporte social y económico. En la primera visita junto a mi alumna de grado de Trabajo Social (¡no olvidemos lo importante que es expandir la filosofía de los cuidados paliativos y la buena formación de futuros profesionales!) encontramos a una persona alicaída, literalmente hundida en un sofá, desafiante con nosotras e indiferente ante cualquier actuación que pudiéramos llevar a cabo. Bastaron unos minutos de atención auténtica a sus propias preocupaciones para que verbalizara "igual que vuestros compañeros que han venido antes, habéis sido capaces de verme a mí, y no habéis visto una enfermedad". Su postura física cambió y empezó a mostrarnos una cercanía que en apenas dos visitas se convirtió en un vínculo muy sólido. Esto permitió que se abordaran aspectos que mejoraron significativamente su calidad de vida y la de su madre. Se proporcionaron ayudas técnicas que facilitaron su aseo y deambulación por la casa (qué haríamos sin nuestras administrativas...), se llegó a resolver su pensión de incapacidad permanente, de lo que no había sido informado hasta la fecha y que repercutió muy positivamente en su economía, y el acompañamiento de una voluntaria fue clave para la descarga de la madre, e incluso de él mismo, que necesitaba sus propios espacios. Fue derivado a fisioterapia y psicología, y el equipo médico trabajó mucho una buena adherencia al tratamiento y siempre estuvo presente para los ajustes que en el proceso fue necesitando. Esto es el reflejo de un trabajo en equipo real, y todo se resume en el agradecimiento inmenso del paciente y su madre, que consiguieron encontrar una referencia y una guía en el duro proceso que estaban transitando, y reconocemos la responsabilidad y la fortuna de poder tener presencia como profesionales en un momento como éste.